Influencia de los padres en las preferencias alimentarias de los niños y la ingesta de energía
Última actualización : 09 May 2012Las investigaciones recientes sugieren que las preferencias alimentarias de los niños pequeños pueden estar relacionadas con el riesgo de padecer obesidad en el futuro. Los padres y los cuidadores pueden influir en las preferencias alimentarias de los niños pequeños. A continuación abordaremos las estrategias que pueden ser útiles y aquellas que pueden ser contraproducentes.
Obesidad: genetica y entorno
La obesidad es un trastorno complejo influido tanto por factores genéticos como ambientales. En los adultos, la obesidad se define como un índice de masa corporal (IMC) igual o superior a 30 kg/m2, mientras que en el caso del sobrepeso es de 25–29,9 kg/m2. En los niños, el sobrepeso y la obesidad se definen mediante tablas de crecimiento y puntos de corte de IMC ajustados. Actualmente en Europa, uno de cada cinco niños tiene sobrepeso u obesidad1. Estos niños presentan un mayor riesgo de desarrollar enfermedades crónicas como enfermedades cardiovasculares y diabetes.
Los genes definen la propensión a tener sobrepeso, pero la dieta y la actividad física pueden determinar hasta qué punto esa predisposición se convierte en una realidad. El entorno influye también en las conductas alimentarias. En investigaciones realizadas en el pasado se ha analizado la dieta de las mujeres durante el embarazo y las diferencias entre las distintas prácticas de alimentación en relación con el riesgo de padecer obesidad2. También se han llevado a cabo intervenciones en el entorno, principalmente en las escuelas, para prevenir la obesidad infantil.
Las investigaciones recientes han analizado la dieta de los niños pequeños y cómo los cuidadores (padres) pueden influir directa o indirectamente en sus preferencias alimentarias en el entorno familiar, que a su vez afecta a la ingesta energética. El grupo de edades estudiado va desde el momento en que se introducen alimentos sólidos en la dieta hasta que los niños entran en la escuela primaria (cuando tienen entre cinco y seis años). Los investigadores tienen la hipótesis de que existe una relación entre las preferencias alimentarias de los niños a esas edades y el riesgo de padecer obesidad. Los hábitos alimentarios desarrollados durante la infancia influyen en los comportamientos alimentarios a lo largo de la vida3. Los padres pueden ejercer una gran influencia en las decisiones alimentarias de sus hijos porque a esa edad son los que más controlan sus acciones, y las influencias externas (escuela, compañeros) suelen ser mínimas. Una vez que los niños empiezan la escuela, la mayoría ya ha desarrollado sus preferencias alimentarias (lo que les gusta y lo que no), de modo que lograr un cambio de comportamiento es más difícil. Las influencias positivas de los padres son fundamentales para inculcar comportamientos saludables en sus hijos.3
Preferencias en la infancia
Los bebés tienen preferencias innatas por determinados sabores, en cambio hay otros que no les gustan2. Prefieren los alimentos dulces y rechazan los alimentos amargos como, por ejemplo, determinadas verduras. Esto refleja una respuesta evolutiva que ha sido históricamente útil, ya que el sabor dulce era sinónimo de fuentes de energía (calorías) y los sabores amargos se relacionaban con alimentos que podían ser tóxicos. Algunos investigadores creen que los bebés empiezan a aceptar sabores amargos entre los 14 y los 180 días de vida4
A medida que crecen, los niños pueden rechazar alimentos y llegar a ser selectivos con determinados alimentos. La reticencia a probar alimentos nuevos se denomina neofobia3. La neofobia parece ser mínima alrededor de los 6 meses de edad, de modo que los bebés pueden estar más dispuestos a probar alimentos nuevos a esta edad4. Las verduras son una categoría de alimentos que suele rechazarse de forma generalizada y esto implica que se puedan producir carencias en nutrientes saludables. Esto supone muchos desafíos para los padres, los cuales responden de varias maneras. Algunos dan a sus hijos lo que estos quieren para calmarlos. También hay padres que limitan la cantidad de alimentos apetitosos, que les presionan para que coman frutas y verduras, que les recompensan si comen alimentos nutritivos o que, simplemente, no hacen nada en absoluto. Las investigaciones recientes explican por qué los niños pequeños actúan de esta forma con respecto a la comida y cómo los padres pueden responder mejor para promover hábitos alimentarios saludables que perduren hasta la edad adulta. Las acciones de los padres que parecen intuitivas (limitar la cantidad de alimentos menos nutritivos, presionar para que coman alimentos ricos en nutrientes o recompensar por buenas conductas) podrían, en realidad, ser contraproducentes y conducir a hábitos no saludables, que podrían provocar obesidad en los niños más adelante en la vida5
Limitar y presionar
A veces los padres limitan la cantidad de alimentos más apetitosos (y a menudo, excesivamente energéticos) en la dieta de sus hijos con la esperanza de que los niños elijan alternativas saludables, pero a menudo esto tiene el efecto contrario. Limitar la cantidad que un niño toma de un alimento muy apetitoso normalmente hace aumentar su deseo. Además, las conclusiones de algunos estudios dicen que es más probable que los niños con padres restrictivos tengan sobrepeso en el futuro3. Las restricciones pueden hacer que los niños coman sin tener hambre. Esto a su vez podría inhibir la capacidad de autorregulación; es decir, aprender a prestar atención a sus propias señales internas y físicas de hambre y saciedad. En cambio, limitar de forma moderada puede ser beneficioso. Se comprobó que cuando los padres limitaban de forma moderada lo que comían sus hijos, estos consumían menos calorías en general que los niños con padres que aplicaban un tipo alto o bajo de restricción3. Es necesario realizar más investigaciones para definir la restricción moderada. Los niños mayores que decían que sus padres eran autoritarios —activos en las comidas, pero no restrictivos— comían más fruta y menos dulces y aperitivos ricos en grasas y desayunaban más días por semana que los niños que afirmaban que sus padres eran más descuidados2
Frente a la restricción, algunos padres presionan a sus hijos para que coman frutas y verduras, algo que podría tener un efecto negativo. Presionar a los niños suele disuadirlos de comer determinados alimentos y también se ha asociado a un peso corporal más bajo y con una mayor selección a la hora de comer3. Sin embargo, esto no significa que las presiones provoquen un peso corporal más bajo o niños más selectivos; más bien, se cree que cuando los padres tienen niños que son selectivos al comer o tienen bajo peso, es más probable que les presionen para que coman. Muchos científicos desaconsejan presionar porque puede crear un entorno alimenticio negativo e impedir que los niños se autorregulen el hambre y las señales de saciedad.
Recompensas
Recompensar a los niños por comer de forma saludable es otra práctica común entre los padres bien intencionados. Sin embargo, recompensar con un alimento muy apetitoso puede ir en contra del propósito de recompensar. Cuando se ofrece un alimento sabroso como recompensa, el deseo del niño por ese alimento aumenta por encima del alimento que los padres intentan fomentar que coman. Además, la recompensa no permite que los niños desarrollen una motivación intrínseca de una alimentación saludable. Los padres pueden obtener mejores resultados si ofrecen una variedad de alimentos desde una edad temprana y repiten la exposición a estos alimentos aunque en un principio no le gusten al niño.6
Asimismo, los psicólogos reconocen que los humanos necesitan a menudo recompensas para motivarse. Un estudio realizado en el Reino Unido concluía que ofrecer verduras a niños de cuatro a seis años de edad y darles una pegatina por comerlas fue la opción más eficaz para aumentar la ingesta de verduras en comparación con ofrecerles las verduras y elogiarlos, u ofrecerles simplemente las verduras.3
Imitacion
Los niños imitan los comportamientos de los que están a su alrededor, y cuando los niños son pequeños, los padres (y a veces los hermanos) son los principales modelos de ejemplo en su vida5. Por tanto, es probable que los niños adopten los mismos hábitos alimentarios que sus padres. Como los padres tienen la mayor influencia en este momento de la vida de un niño, es importante dar buen ejemplo.
El entorno tiene en parte la culpa de una imitación menor y deficiente. Las personas comen cada vez más fuera de casa, por lo que se modelan peores elecciones de alimentos. De igual manera, cada vez se come menos en casa, un lugar oportuno para que los padres ofrezcan un modelo de comportamientos de una alimentación saludable7. La neofobia a menudo puede superarse en niños que tienen modelos positivos. Es más probable que los niños prueben alimentos no familiares si han visto que alguien los comía. Además, cuando los padres prueban un poco de la comida de sus hijos y les dan muestras de que lo disfrutan, es más probable que los niños prueben ese alimento.8
Una encuesta realizada a más de 550 familias concluyó que el consumo de frutas y verduras de los padres era el factor predictivo más fuerte para la ingesta de esos alimentos por parte de los niños. La imitación puede aumentar el consumo de dos maneras distintas: la observación puede cambiar directamente los comportamientos o bien aumentar la posibilidad de consumo, posibilitando de esta forma que un alimento guste más al probarlo de forma creciente8. En cualquier caso, los científicos recomiendan que los padres ejerzan de modelos positivos y activos. Esto implica ingerir una amplia variedad de alimentos y consumir frutas y verduras con regularidad. Además, los padres pueden presentar de distintas formas las frutas a sus hijos, por ejemplo, a través de películas, libros o jardinería.3
¿Que mas pueden hacer los padres?
Criar a los hijos para que adopten comportamientos alimentarios saludables puede resultar complicado, pero no tiene por qué. Más importante aún, los padres deben presentar, ofrecer y dar a probar repetidas veces una amplia variedad de alimentos a sus hijos y hacerlo a una edad temprana. Normalmente, los niños rechazan determinados alimentos porque son nuevos para ellos. Es posible que sea necesario ofrecerles varias veces los alimentos que rechazan inicialmente antes de que empiecen a gustarles. El número de veces necesarias variará en función de una serie de factores como la edad del niño, el gusto inicial y lo novedoso del alimento, y su grado de familiarización con sabores nuevos. Para algunos niños una sola vez es suficiente, pero para otros es necesario repetirlo varias veces.9
Consumir porciones con el tamaño adecuado también es fundamental para una dieta saludable. Un estudio descubrió que cuando una porción de zanahorias se doblaba y se servía como primer plato, los niños comían un 47% más de zanahorias3. Aumentar el tamaño de la porción de verduras y disminuir el tamaño de la porción de los alimentos excesivamente energéticos, aunque bajos en nutrientes, podría llevar a una alimentación más saludable.
En especial, la forma de presentar las frutas y las verduras en el plato influye en las probabilidades de que los niños las prueben. Un estudio constató que los niños comían más frutas cuando se presentaban en forma de barco que cuando se servían simplemente en un plato blanco.3
En conclusión, los padres deben ser activos durante las horas de las comidas de sus hijos, sin llegar a ser dominantes.
Los padres pueden influir de forma positiva en la dieta de sus hijos haciendo parte o la totalidad de lo que se describe a continuación:
- Dar ejemplo comiendo una amplia variedad de frutas y verduras.
- Proporcionar a sus hijos una variedad de alimentos ricos en nutrientes, como las frutas y las verduras, empezando en el momento en que se introducen los alimentos sólidos.
- Programar las horas de la comida y comer juntos en familia.
- Ofrecer nuevos alimentos que sean nutritivos, aunque no sean atractivos a primera vista, entre 5 y 10 veces.
- Permitir que los niños se autorregulen, es decir, que sepan determinar cuando tienen hambre y cuando están llenos.
- Elogiar a los niños y ofrecerles una recompensa no alimenticia como, por ejemplo, una pegatina cuando comen frutas y verduras o cuando prueban un alimento nuevo.
- Limitar las cantidades de forma moderada y enseñarles que todos los alimentos pueden formar parte de una dieta saludable en las cantidades correctas.
- Animar, pero no presionar, a sus hijos a que coman frutas y verduras.
- Ofrecer porciones más grandes de verduras (para información específica, véase a continuación) o servir verduras como primer plato.
- Hacer que las frutas y las verduras sean visualmente atractivas cambiándoles la forma o el método de cocinado.
Para obtener mas informacion
Tamaños de porciones:
http://www.nhs.uk/Livewell/5ADAY/Pages/Portionsizes.aspx
http://www.dh.gov.uk/prod_consum_dh/groups/dh_digitalassets/@dh/@en/documents/digitalasset/dh_4019223.pdf
Maneras de fomentar e incorporar el consumo de frutas y verduras:
http://www.nhs.uk/Change4Life/Pages/change-for-life-families.aspx
Referencias
- Food Today EU projects supplement 03/2012. Learnings on childhood obesity – sustaining healthy living after IDEFICS
- EUFIC Food Today 02/2011. Tastes differ – how taste preferences develop
- Gibson EL et al. (2012). A narrative review of psychological and educational strategies applied to young children’s eating behaviours aimed at reducing obesity risk. Obes Rev 13(1):85–95.
- Mennella JA & Beauchamp GK. (1996). The early development of human flavor preferences (pp. 83–112). In Capaldi ED. (ed.) Why we eat what we eat: The psychology of eating. Washington, DC, US: American Psychological Association.
- Scaglioni S et al. (2011). Determinants of children’s eating behaviour. Am J Clin Nutr 94(suppl):2006s–2011s.
- EUFIC Food Today 03/2010. Encouraging young children to eat different vegetables
- Benton D. (2004). Role of parents in the determination of the food preferences of children and the development of obesity. Int J Obes 28:858–69.
- Wardle J et al. (2008). Genetic and environmental determinants of children’s food preferences. Br J Nutr 99:S15–S21.
- Anzman-Frasca et al. (2012). Repeated exposure and associative conditioning promote preschool children’s liking of vegetables. Appetite 58:543–553.